lunes, 11 de agosto de 2014

TODO EMPIEZA EN EL BAUTISMO


La consagración religiosa profundiza en el sentido de la consagración primera y más esencial: la del Bautismo. Por él, el cristiano participa en el Misterio Pascual de Cristo, misterio de muerte y de vida. 

Por el Bautismo somos liberados del pecado, somos regenerados como hijos de Dios en el Espíritu Santo, somos incorporados a la Iglesia y participamos de la misión de Cristo, profeta, sacerdote y rey.


La experiencia de la Resurrección es pues, sin duda, el corazón y la verdad fundamental de la fe cristiana. Verdadera columna vertebral que sostiene el edificio de la fe en el Dios Amor, Padre, Hijo y Espíritu Santo. La Iglesia ha hecho de la experiencia de Cristo resucitado el fundamento de su esperanza y la fuerza que impulsa su misión.

Toda vocación en la Iglesia nace de la fe en Cristo, muerto y resucitado, vencedor del pecado y de la muerte. Él llama, fascina y transforma.

Sentir la llamada de Dios en Cristo supone, gracias a la docilidad al Espíritu Santo, identificarse con la forma de pensar, de sentir y de actuar del Maestro. En su nombre, los llamados no pueden dejar de decir lo que han visto y oído.
Paco Daza, O.Carm